viernes, 6 de julio de 2012

Historia de PJ Star Wars - Jackon.

He de añadir que este personaje es amnesico. En la primera partida jugada, el personaje salio de un tanque donde estaba "retirado del servicio" por encontrarse un error en su conducta. Fue activado por otro soldado clon que murio en un combate en la misma sala donde se guardaban otros soldados defectuosos. Cuando desperto no recordaba nada, pero vio al otro clon muerto, con un numero grabado en la armadura y un nombre dibujado, Jackon. Por eso el nombre del personaje es Jackon, pero en la historia se refieren a el como el sargento Nero.

Hace mucho tiempo,
en una galaxia muy muy lejana…

Ha pasado quince meses desde la "Batalla de Geonosis", donde se produjo el primer enfrentamiento bélico entre la Confederación de Sistemas Independientes y la Republica Galáctica.

Durante estos meses se han librado cientos de contiendas en diferentes sectores planetarios, Tatooine, Alaris Prime, Rhen Var, Dantooine, Ossus o Thule son solo algunos ejemplos. La República Galáctica solo ha podido mantener tantos frentes gracias al ejército clon, creado en las ciudades de Kamino por los clonadores Kaminoanos a instancias de Sifo-Dyas.

El Consejo Jedi y la Republica Galáctica ignoraron demasiado tiempo el planeta Jabiim. Debido a la falta de ayuda del senado, el Congreso de Jabiim se ha hecho partidario de la creciente Confederación de Sistemas Independientes del Conde Dooku. Por miedo a perder Jabiim y sus valiosos minerales la republica decidió retomar el mundo por la fuerza.

Debido a la climatología del planeta, y las inestables tormentas eléctricas, el ejército de la república ha estado en desventaja, produciendo que la Batalla de Jabiim sea un desastre para la república. El ejército de la república se ve obligado a abandonar el planeta, dejando a los partidarios del régimen de Jabiim a su suerte.

Varios escuadrones bajo el mando del general Kenobi y su aprendiz Skywalker han sido prácticamente masacrados. Tras la repentina desaparición del impetuoso general, que abandono a los supervivientes al sentir una perturbación en la fuerza, diecisiete soldados clon, dirigidos por el sargento Nero, luchan por avanzar a pie por el pantanoso terreno, intentando llegar a unas ruinas designadas por el general Skywalker como punto de extracción, perseguidos por el enemigo...
 
 
 
 
El camino se hacía interminable mientras el sargento Nero protegía sus dolorosos ojos de la tormenta. Una explosión había destrozado su casco, un pitido le ensordecía y le alejaba de la realidad, y parecía que tenía una cortina de humo en los ojos que le nublaba la visión. Se había quitado el casco inútil y le costaba respirar. Las heridas ya no dolían, no sentía las piernas al correr. Solo sentía su arma en su mano y la fría lluvia golpeándole el rostro.

Dio un vistazo atrás e hizo gestos con la mano para que sus hombres se apresuraran. Quedaban solo 5 hombres de su pelotón, y en total 17 de la escuadra, pero la mayoría estaban heridos y desmoralizados tras perder a su teniente y 3 de sus sargentos. Los hombres avanzaban despacio, cargando el peso de sus armaduras casi inútiles por la tormenta eléctrica, y arrastrando sus pies por el fango, que les traspasaba las rodillas.

Nero cerró los ojos un segundo, y pensó en cada uno de los muertos, en cada hermano caído en este día y los muchos que se había obligado a dejar atrás. De su escuadra formada por 41 hombres habían muerto 24, más de la mitad. 24 hombres idénticos a la vista de cualquiera, 24 clones prescindibles que parecían carecer de vida propia. Pero él los conocía bien. Recordaba la singular risa de Meloc, el humor negro de Grames, el entusiasmo de Conrad, la competitividad de Marcus... Algunos de esos hombres le habían salvado la vida en otras misiones, otros le habían alentado a seguir adelante en momentos difíciles, eran la definición de su concepto familia. Había nacido... le habían creado para luchar por la república. Había sido creado para morir por un mundo que no había visto, sin preguntas, sin dudas... pero él no era así. Sabía que no luchaba por ningún gobierno o bandera, podía resistirse, podía escapar, pero había encontrado un motivo por el que luchar, luchaba por sus hermanos. Se limitaba a cuidar y proteger a sus compañeros, sus hermanos, tal y como ellos hacían por él. En unos segundos cientos de imágenes le vinieron a la mente, reviviendo la perdida. Miles de hermanos que habían dado su vida por una república que ni siquiera habían visto. Hombres que luchaban con valor para salvar vidas que ellos no habían vivido...

Volvió la vista al frente, recuperando el sentido de la realidad, solo para darse cuenta de que no estaban tan lejos de las ruinas, pero creyendo que no llegarían a tiempo, no había esperanza...

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En uno de las decenas de enormes comedores de la ciudad Tipoca, en el planeta Kamino, miles de clones en el primer proceso de crecimiento acelerado (edad aparente y fisiológica 9 años) se alimentan casi al unísono. Solo uno de ellos juega con la comida, cogiendo la masa triturada alimenticia con la cuchara y dejándola caer, viendo como salpica en su bandeja.

- Vaya, Nero, cualquiera diría que no te gusta este manjar. ¡Si está delicioso! - tras decir esto, Grames, sentado frente a Nero, se llevó una cucharada a su boca, fingiendo sentir éxtasis al saborear el soso alimento que contenía. - ¡Delicioso!

Nero escuchó el ridículo ruido que hizo Meloc a su lado, que no pudo evitar reírse con aquella papilla en la boca, salpicando la mesa.

- En serio, tíos. - Nero se agachó, mirando a ambos lados como si quisiese contar un secreto - ¿No os cansáis de comer esta basura? Cada día nos despertamos, comemos... esto, entrenamos, damos clase, volvemos a comer esta basura, seguimos entrenando, tenemos dos horas libres cenamos esta mierda por última vez, y a dormir, para tener otro día igual. ¿Soy el único que se pregunta porque?

- Sin duda. Eres el único lo suficientemente idiota como para pretender cambiar nada. Además, ¿que esperas que pase? - Grames puso su singular cara que denotaba todo su "interés".

- Hoy empiezan las clases prácticas de tiro. Joder tíos, si las teóricas son increíbles, ¿os podéis imaginar las prácticas? - Anuncio el cuarto compañero, Conrad.

Nero ignoró a Conrad y respondió. - No lo se. Sabemos que somos una fuerza destinada a salvar el Universo, y se que nunca hemos visto nada de dicho Universo que no sea en forma de mapas en los monitores, en las clases de táctica, pero me gustaría conocer ese universo, verlo con mis propios ojos. Tengo deseos de explorar cada rincón, a veces tengo sueños en los que recorro el espacio en una nave y...

- ¿Sueños? - Grames le interrumpió divertido, como si no creyese posible lo que estaba escuchando. Frunció el ceño y dibujo una sonrisa para resaltar su incredibilidad. Nero tardo varios segundos en responder.

- Bueno, en realidad, si no fuese imposible, diría que parecen... recuerdos...

En ese momento el ruido de las sillas le sacó de sus pensamientos. La hora del almuerzo había terminado. Todos recogieron sus platos y se levantaron, casi al mismo tiempo. Grames tardo unos pocos segundos más en levantarse, Nero tardó casi medio minuto, justo a tiempo para coger su bandeja y avanzar en fila hacia la salida. Dejó su bandeja, con sus platos llenos, en una mesa destinada a ello y se dirigió a los portones del comedor. Allí había un Kaminoano. No era extraño, pero Nero sintió que le atravesaba el corazón con la mirada. Cuando estaba a punto de salir el Kaminoano se interpuso en su camino, cuando se cruzaron las miradas tan solo dijo: "Acompáñame".

Juntos recorrieron varios pasillos y habitáculos. Pronto Nero vio lugares que nunca antes había visto, pero lo que realmente le sorprendió fue la última sala, y no por que otros tres Kaminioanos estuvieran allí, esperándole, lo que le sorprendió fue que pudo ver con sus propios ojos, por primera vez, el mundo exterior. No veía mas que lluvia, nubes y olas enormes, pero sus ojos se abrieron como platos y quedo ensimismado con el espectáculo.

- Interesante. - Nero se sorprendió cuando uno de los Kaminoanos hablo, mirando a sus compañeros. Nero se había olvidado de donde estaba. Se cuadro y se obligo a olvidar la ventana que tanto le atraía.

Casi una hora después el joven salió, nuevamente acompañado del Kaminoano que le había acompañado hasta aquí. En su rostro se notaba perplejidad, y ni el mismo sabía si estaba contento o no por lo acontecido en la sala. Al principio parecía un interrogatorio, decenas de preguntas sobre sentimientos, necesidades, ambiciones. Los Kaminoanos parecían muy sorprendidos con las respuestas. Luego la conversación derivó y ejecuto varios ejercicios psicotécnicos, con excelentes resultados. Uno de ellos hablo sobre descarte, y el corazón de Nero se sobrecogió, pero al final decidieron ascenderlo, lo formarían como suboficial. Al parecer apreciaban algunas cualidades de Nero de las que carecían otros soldados, cualidades que le podrían convertir en buen dirigente, quizás incluso comandante. Pero antes debían trabajar en el problema de su obediencia. Nero no contó nada sobre sus sueños, y, por alguna razón, decidió que no volvería a hablar de ellos.

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Las ruinas estaban a tan solo 50 metros, pero Nero y sus hombres se habían dado la vuelta y habían tomado posiciones de combate. Nero sabía que no llegarían a tiempo, si no actuaba ya, sus perseguidores le darían alcance y le dispararían por la espalda, había ordenado a sus hombres que se dieran la vuelta y se prepararan para el combate, creyendo que todos morirían allí...

Unos veinte segundos después de dar la orden comenzaron los disparos. A pesar de las desarrolladas armaduras, la fisiología perfecta, la instrucción de batalla... olía el miedo en sus hombres, olía su propio miedo, el deseo de vivir, el rechazo a la muerte que se avecinaba. Varios de sus perseguidores habían caído en la emboscada, otros habían muerto antes de conseguir escapar del fuego enemigo, pero eran demasiados, una proporción de 5 a 1, como mínimo.

Un grito ensordecedor. Al lado del sargento yacía el cuerpo inerte de Bran. Lamentó no haberlo conocido. Le hubiera gustado saber algo más que su nombre. Se odiaba por saber que para él era un clon más.
Sus enemigos retrocedieron. No huían, se reorganizaban. No esperaban haber tenido resistencia, no volverían a equivocarse. Antes de darles tiempo, Nero hizo unos pocos gestos con las manos, y las órdenes estuvieron claras. Glen y Rick avanzarían mas despacio, dándoles una opción. El resto avanzaría, para tomar posiciones en las ruinas, y defenderlas. Las defenderían hasta dos posibles finales. Serían rescatados, o morirían allí.

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Había pasado unos pocos años desde que Nero fuese enviado al programa de suboficiales, sin embargo había alcanzado hace tiempo la edad adulta, hasta el último periodo de crecimiento acelerado. Había durado más de lo que creía, pero la palabra "descartar" se había grabado en su memoria, y había hecho un esfuerzo considerable por eliminar sus dudas y comportarse como el resto de sus hermanos. Por ahora había pasado desapercibido, aunque sentía la mirada acosadora de varios Kaminoanos cada día, en cada ejercicio, en cada movimiento.

Ahora, tumbado en su camastro mirando la parte de abajo de la litera superior, cerró los ojos y se imaginaba que la misma era un cristal desde el que veía el mundo exterior. Había hecho esto varias veces, y cada vez veía una imagen diferente. Quizás fuese solo su imaginación, pero estaba tan llena de detalles que creía que era real. A veces veía una selva, llena de vegetación y fauna. Otras veces estaba ante un desierto desolador, y en el cielo, dos soles. Una vez incluso vio una taberna, poblado de infinidad de seres extraños y creyó incluso escuchar una música de fondo. Ahora mismo veía una ciudad inmensa. Enormes edificios, tan grandes que se perdían entre las nubes. Miles de vehículos surcaban los aires en rutas aéreas. Naves aterrizaban y despegaban, mientras otras surcaban los cielos desde lo alto. Cientos de luces y carteles publicitarios llamaban su atención. Había un edificio, con forma de pirámide de la que... "beeeeeep".

Un sonido familiar le sacó del sueño. En realidad no estaba dormido, más bien soñaba despierto, pero aún asi se sentía aletargado. Se desperezó, salió de la habitación y se unió a sus compañeros, en una fila que no tardó en ponerse en marcha. Era su hora de descanso, no sabía hacia donde se dirigía. No hizo falta simular nada, no le importaba a donde se dirigían, pero no le importaba porque desconocía en todos lo sentidos su destino.
Nero, junto a 1.200.000 clones, fueron embutidos en sus armaduras, armados e introducidos en naves. Era parte de la primera remesa entregada a la república, y su destino era Geonosis. Participaría en el primer enfrentamiento bélico entre la república galáctica y la Confederación de Sistemas.

Es curioso como se recuerdan las batallas. Se saben las estrategias, las tácticas, y de un modo muy general que es lo que ocurrió. Pero lo que queda grabado en la mente de un soldado son pequeños detalles. Cuando las revive recuerda conversaciones, la confusión entre disparos y explosiones, el rostro de sus amigos muriendo en sus brazos, el hedor de la muerte...

Tras la batalla de Geonosis los soldados clon tuvieron poco tiempo para reflexionar. Pero cada segundo que tenía El Sargento Nero lo utilizaba para reflexionar en una conversación. De alguna forma le daba esperanza...

Las enormes naves de asalto de la República atravesaban la atmósfera de Geonosis. Mas de 200 jedis luchaban y morían en las arenas, no había tiempo que perder. Una flota de Cañoneras se desplegaron, cargando miles de soldados clon y docenas de AT-TEs. En una de ellas el maestro Yoda meditaba, a su lado un sargento clon lo observaba. Yoda abrió los ojos y miro a Nero.

- "Noto mucho miedo en tí" - La voz del maestro jedi era extrañamente agradable. No era dulce, más bien carraspeaba. Pero de alguna forma reconfortaba.

- "¡No, señor! ¡Estoy listo para la batalla, señor!"

- "Sincerarte conmigo, tu puedes." - Nero dudo un segundo, y el maestro Jedi lo noto. Sin embargo el sargento no dijo nada, y durante unos segundos Yoda tan solo gruñó, bajando la mirada. - "Esperanza no tienes. Porqué luchar no lo sabes. Vacía tu vida, siempre está."

Oculto bajo su casco, el rostro de Nero dibujó una mueca de confusión. Sentía que el maestro Jedi podía leer su mente, pero no le preocupó. Se agachó dejando su rostro cerca al del maestro y retiró su casco. - "Se que he sido creado para luchar y morir por la república. Pero no puedo luchar por algo que no amo. No puedo amar lo que no conozco. Creo que si hoy muero, moriré por nada."

- "Mmmm. Perdido en la vida tu estas. No hay amor en ti. Tampoco motivos para vivir. Sin embargo, miedo a la muerte tu tienes. Extraño, ¿Verdad?"

- "Si que tengo motivos para vivir". - El sargento se sorprendió de sus propias palabras, y pronto se arrepintió tanto de ellas, como de la entonación con que las dijo. Había olvidado todo protocolo. Sin embargo el maestro parecía satisfecho. Quizás es lo que quería que pasara, hizo un asentimiento con la cabeza, instándole a continuar, y Nero lo hizo. - "Tan solo carezco de motivación para luchar. Si busco en mi corazón veo lugares. Tengo la sensación de haber estado allí, y sin embargo es un sentimiento falso. Me gustaría ver con mis ojos lo que veo en mi mente."
El maestro Yoda se llevó una mano a la barbilla, pensativo. - "Recuerdos que no son tuyos, en tu mente tienes..." - Luego volvió a mirar al sargento, como descartando sus pensamientos - "Si viajar tu quieres, sobrevivir debes hoy. Larga y oscura, esta guerra será, y hasta rincones ocultos te llevará."

El sargento asintió y se incorporó. El maestro tenía razón, quizás viajaría por todo el Universo durante la guerra, pero se olvidaba de una cosa. En sus recuerdos no estaba rodeado de sangre y muerte. Aún asi no pudo evitar sentir lástima por sus compañeros. Los veía tranquilos, algunos riendo, otros incluso emocionados. Muchos morirían hoy, y lo harían por nada.

Yoda se fijo en el rostro del sargento, visible aún sin el casco. - "Satisfecho tu no estas..." - Dejo suspendidas las palabras, como si aún pensara en ellas. Luego miró a su alrededor. - "Sentimiento de egoísmo, tu no tienes. Miedo por tus hermanos es lo que ahora sientes. Si algo por lo que morir necesitas... (la cañonera se acercaba a su destino, se podían escuchar los gritos y los disparos en el centro de la arena) ...por ellos lucha y muere ." Tras decir esto el maestro Yoda abrió la puerta, viendo el desagradable encuentro, y más de 100 cuerpos de Jedis inertes. Las guerras clon habían comenzado.

Aquella conversación se quedó grabada en la mente de Nero. Era lo único que le quedaba. Su camadería, sus hermanos. Lucharía y moriría por ellos, pues sabía que ellos harían lo mismo por él. A partir de ese momento lucharía por conocerlos. No quería conocer sus nombres, sino saber sus dudas y sus miedos. No era un extraño entre clones... era un hermano más entre miles de ellos...

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Catorce supervivientes avanzaban hacia las ruinas, otros dos se quedaban un poco más para cubrir la retirada y dar tiempo a sus hermanos. La intención de Nero cuando dio las órdenes era que esos dos hombres se incorporaran al grupo tras ralentizar al enemigo. Se oyeron disparos, luego el silencio. El sargento se maldijo a si mismo, y no fue capaz de mirar atrás.

20 metros. Nero volvía a evadirse de la realidad. No notaba dolor ni emoción. Tan solo escuchaba el sonido de su propia respiración y su corazón palpitando.

12 metros. El fango daba paso a suelo firme, probablemente caminasen sobre un camino o una calle, cubierto hace tiempo por tierra y maleza.
8 metros. La luz de la luna del planeta era clara, tanto como para que de las ruinas nacieran unas sombras que casi llegaban hasta los supervivientes. Una sombra cobró vida, dibujando la silueta de lo que parecía un humano bajo un marco.

5 metros. Cuatro señales y los soldados se detuvieron, adoptando posiciones de combate. Esperaban que fueran aliados, pero debían tomar precauciones. Un chapoteo distrajo la atención de Nero, los “amables nativos” de Jabiim se acercaban. Nuevas ordenes y los soldados se dividieron en dos grupos. 4 apuntaban hacia las ruinas, el resto se preparaba para abrir fuego contra sus perseguidores.

El Sargento cerró los ojos, inspiró, abrió la boca para gritar la orden de fuego pero no surgió sonido alguno. Primero llegó la luz. Luego el sonido ensordecedor. Finalmente una potente ráfaga de aire acompañada de tierra, piedras, ramas y fango. Nero y sus hombres cayeron de espaldas, el sargento tuvo que protegerse los ojos desprotegidos al carecer de casco. Cuando se incorporó todavía caía tierra, trozos de hierba y cenizas. Una explosión había desolado una superficie de casi un kilómetro cuadrado, suficiente para acabar con sus perseguidores, suficiente para acabar con un ejército. A pesar del aturdimiento a causa de la explosión, y de la estupefacción por los acontecimientos, el sargento actuó rápido. Esta no era una táctica de la República. Suponía que los trozos de nativos que ocupaban 3 kilómetros a la redonda tampoco eran culpables. Solo quedaba un sospechoso. Nero se dio la vuelta, apuntando a quien ocupaba el marco de la puerta.

- Activar proyecto CRC. Palabra clave Oasis. – Mientras lo decía, la misteriosa sombra parecía manipular algún tipo de equipo de datos que emitía una luz verdosa, insuficiente para distinguir su rostro.

Cuando terminó de hablar, los 13 soldados alrededor del sargento se cuadraron. Nero los miró estupefacto, incapaz de entender que diablos estaba pasando. Probablemente el ser misterioso no se percató de la incertidumbre de uno de “sus clones” y siguió hablando.

- Bueno, ¿Sólo catorce? En fin, parece que tendré que conformarme. Jamás pensé que sería tan difícil acercarme lo suficiente como para ejecutar el programa.

Nero no entendía nada: “¿Programa? ¿Qué diablos está pasando?”

- ¿A qué esperáis?, venid, subid a la nave, os llevare a, casa.
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- ¡Ehh, “sargento”! – Conrad seguía usando aquella entonación que tanto cabreaba a Nero al pronunciar su rango. Se preocupaba en darle tanto énfasis a su respeto que pareciera un insulto descarado a la par que sutil.

– ¿Es cierto lo que dicen? ¿El propio General Kenobi y su aprendiz Skywalker liderarán la invasión? He oído grandes cosas de Kenobi, pero tengo más interés en conocer a ese Skywalker. Las historias que cuentan, su impetuosidad, su fervor en la batalla, creo que se parece a mí.

- No creo que las vacas galácticas puedan ser aprendices de Jedi, así que dudo que ese Skywalker se parezca a ti lo más mínimo. ¿Cuánto has engordado Va´Conrad? – Grames se había pegado todo el viaje metiéndose con la ganancia de peso de Conrad.

- Que te den, payaso, alguien tenía que coger fuerza para manejar bien esto – Conrad hizo un gesto con su blaster pesado, que sujetaba cerca de su entrepierna, columpiándolo como si fuera su miembro viril.
- Si bueno, pero a este paso tendrás que llamar al sastre de Jabba para que te haga la próxima armadura.

Ante el chiste, los diez hombres que formaban el pelotón no pudieron aguantar la risa. Incluso el sargento Nero y el propio Conrad rieron con ganas. Era su ritual antes de una misión. Desconocían que se iban a encontrar cuando llegasen allí abajo. Desconocían si volverían. Pero se negaban a perder el tiempo preguntándoselo, se limitaban a vivir lo que podían.

- Bueno Conrad, vete preparando papel porque estaremos bajo el mando directo del general Kenobi, y con tu amado Skywalker tan cerca tendrás que descargar si no quieres luchar con dolor de huevos. – Nero se sorprendió de sus propias palabras, pero no le importó, tenía buen
presentimiento de este día y esta batalla. Además escuchar la risa de los chicos lo reconfortaba.

Los chicos siguieron hablando, bromeando y riendo. Nero se asomó por una de las ventanas de la nave de asalto, admirando la superficie de Jabiim. En menos de una hora empezaría la invasión, y nadie se imaginaba entonces la matanza a la que sería sometido el ejército de la República.

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- ¿Quién se supone que eres? – El Sargento Nero ignoró a los hombres que ya empezaban a andar, siguiendo ciegamente las órdenes del misterioso ser que ya se había dado la vuelta y se alejaba. Al oir la voz se detuvo, tardo unos segundos en darse la vuelta y responder.

- ¿Qué quien soy? – La figura volvió a manipular la pantalla que sostenía - Activar proyecto CRC. Palabra clave Oasis. – Cuando terminó se quedó mirando unos segundos al sargento. – Vaya. Había oído que este tipo de error podría darse, pero jamás pensé que me tocaría en un reducido grupo de 41, menos aún de los 14 supervivientes, y ¡menos aún del único puto sargento superviviente! – Había comenzado a alzar la voz, hasta las últimas palabras, que las dijo gritando. Luego se calmó – En fin, ya no me sirves, matadlo. – Cuando dijo esto se dio la vuelta, indiferente a los disparos.

Todo sucedió rápido, demasiado rápido. Antes de poder reaccionar había sido alcanzado por varios disparos en el pecho y abdomen, suficiente para matar a un hombre, si no estuviese armado con la armadura de combate. Sin embargo si que lo aturdieron. Nero tuvo tiempo de recordar cada uno de los nombres de los que ahora le disparaban. Recordó conversaciones que había tenido con ellos, recordó bromas que les había hecho, recordó virtudes y defectos. Al menos agradeció que no haya sido ni Marcus, ni Meloc, ni Grames ni Conrad. A todos ellos los había perdido en aquel maldito planeta. Recordó las buenas sensaciones que tenía antes de la batalla, se recordó riendo con sus hombres, y
admirar el planeta desde la nave de asalto. No pudo evitar dibujar una sonrisa, luego se hizo la oscuridad, sus hombres, sus amigos, sus… hermanos… lo habían matado.